Hoy quisiera hablarte de los caminos de la inspiración. Ya sabes que es un tema que me apasiona: tienes algunas definiciones en el ebook visual que publiqué el año pasado y recopilo citas de otros escritores para animarte a escribir cada día.
Como se suele decir, lo que te voy a contar hoy está basado en hechos reales. Me sucedió la semana pasada y creo que es una buena historia para demostrar que nuestra amiga la inspiración también tiene caminos misteriosos. Y, además, que una buena idea vale por dos o tres, como en este caso. Espero que sirva de ejemplo para los que me piden que explique cómo trabajo.
Estaba yo necesitada de un tema sobre el que escribir un artículo para el blog de un cliente. Algunas veces tengo ya ideas guardadas pero esta vez, la verdad, no tenía nada de nada. Lo que sí sabía era que en unas horas tenía que entregar el post y que no disponía de más tiempo en mi calendario editorial.
Así que recurrí al buen Google para que me ayudase. Es un buen primer paso para documentarse: una búsqueda de noticias sobre el tema genérico y, cuando no hay novedades significativas respecto a la última vez, puede resultar interesante añadir algún adjetivo, expresión u opción para un acercamiento indirecto. Ajustar las fechas en las herramientas de búsqueda también resulta muy práctico.
Ajusté varias veces, miré 3 o 4 páginas de resultados y visité una docena de sitios antes de ir a parar a un blog interesante. Leí el artículo completo (eso ya fue más de lo que hice con las visitas anteriores) y al acabar me di cuenta que era un blog corporativo. Revisé sus redes sociales y las del autor. Estaban al día, centradas en el tema y bien gestionadas. Parecían fiables, un punto a su favor.
Aún así, no fue ese el tema que elegí. ¿El motivo, teniendo en cuenta que ya llevaba unos 20 minutos de búsqueda? Era un artículo de opinión y yo aún no tenía formada la mía como para expresarla argumentadamente en nombre de mi cliente. Me faltaría documentarme más sobre el tema y, por tanto, invertir un tiempo que no tenía.
Pero, bien por el autor que quiso poner un contexto a su historia, el artículo iba acompañado de un vídeo: una muestra de 7 minutos de un documental que estaba por estrenarse, según ponía en los últimos segundos. Por fechas, ¿quizá estaba ya estrenado? Consulté la página de la productora y, ¡bingo! En un microsite se podía comprar el DVD y ver otro teaser. Le di al play, claro.
Y, allí estaba, en la última frase de esos 2 minutos de vídeo, la idea que estaba buscando para escribir el artículo. No tenía nada que ver con el artículo, pero me parecía más interesante y rápida de escribir porque no requería de tanta documentación. Dos pájaros de un tiro: mejor para el lector, mejor para mi.
Redacté el artículo con los correspondientes enlaces acreditativos, aunque mi experiencia me dice que alguno desaparecerá (como el artículo que me dio realmente la idea). Y apunté en lista de temas para el futuro los que me servirán para cuando no tenga tema pero sí un poco más de tiempo para investigar. Eso ya son 2 ideas tras dedicar una media hora a buscar. Pero son 3 si tenemos en cuenta que estoy escribiendo sobre ello en esta newsletter.
Conclusión: las ideas no siempre vienen solas pero hay que saber esperarlas o, más bien, buscarlas. Hay que tener los ojos bien abiertos e invertir tiempo.
Originalmente publicado en mi newsletter sobre marketing de contenidos número 211 (25 de agosto de 2014).
Organizo, redacto y sugiero contenidos. Freelance.
Escribo en este blog desde 2004. He publicado 16 libros sobre contenidos, medios sociales y marketing. El último (2021) es «Cultura del contenido» y te ayudará a utilizarlos en todos los departamentos de tu empresa.
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