En la estación de tren de Zurich, más bien en el techo, está instalada desde septiembre de 2006 Nova, una aplicación del profesor Ivo Sbalzarini.
Se trata de un cuadrado que se ilumina, incluso que adopta algunas formas, controlado por una pantalla transparente situada unos metros más allá. Desde ahí puedes dibujar y colorear con degradados que se reflejan en esa gran unión de bombillitas.
¿Es esto interactividad? Mi primera respuesta es «¡Claro! ¿Qué si no?» pero si pienso un poco más me doy cuenta que en el fondo no deja de ser una pantalla que controla otra pantalla a la que cambiar el color. Hoy en día, muchas webs permiten cambiar su color de fondo, por ejemplo la de MSN. ¿Podemos considerar eso interactividad?
Si pensamos que interactividad significa ‘hago que pasen cosas’, pues sí, lo es porque hago click y me cambia el color. Eso está muy bien en una instalación con un sentido artístico, pero en una web ya ha perdido importancia. Me atrevo a decir que la búsqueda de la interactividad queda casi tan lejos como los gifs en construcción y las animaciones iniciales en Flash.
Tan cerca como estamos de conseguir una Internet 2.0, la preocupación ha de girar, pero de verdad, hacia el usuario: para que una web sea ‘interactiva’ ha de cambiar su nombre y pasar a ser ‘social’.
En una web social, todos dan su opinión y, lo más importante, se tiene en cuenta (por ejemplo en un foro no ocurre así). ¿De qué me sirve cambiar el color de una página si no puedo decidir qué sale en ella?
Quizá Nova sí sea interactiva, pero Internet debería ser social.
Organizo, redacto y sugiero contenidos. Freelance.
Escribo en este blog desde 2004. He publicado 16 libros sobre contenidos, medios sociales y marketing. El último (2021) es «Cultura del contenido» y te ayudará a utilizarlos en todos los departamentos de tu empresa.