La columna de hoy de Daniel R. Caruncho en el adn está dedicada a los castings y da dos claves por las que es «el formato de moda». Cito:
- es muy barato, sólo hace falta abrir la puerta para que pasen hordas de anónimos sedientos de fama que no ven ni un euro;
- con su carácter (mini) episódico son espacios que se pueden ubicar en cualquier franja horaria, rebotando incluso a otros medios como YouTube.
Como rompen más ilusiones que cumplen sueños, no deja de sorprenderme la de «anónimos» que se atreven a ir. Éste martes vi los minutos finales del casting de OT. Un participante tuvo el valor de replicar al jurado porque le pedía que cantase otra canción y no estaba preparado. Pensé que se lo comían, pero sobrevivió… y salió a llorar.
Aquí me pongo a favor de Noemí que le dijo, aunque Llàtzer la frenase con la mano, que desde que cruzó la puerta estaba dispuesto a que lo juzgasen. Y así es porque en este caso le dejaron cantar.
Lo que ya no es defendible es que nada más entrar una candidata tenga que oir «con qué nos vas a aburrir». Ésta chica al salir también lloró… pero de alegría. Estaba contenta de haber pasado a la siguiente fase pero debería estarlo por haber tenido la oportunidad de que Risto se corrigiese y le pidiese perdón porque, sorprendentemente para él, no les había aburrido.
No sé dónde he leído una frase, creo que de Risto, que decía algo así como que los que van al casting son gente sin amigos que les digan que no se presenten porque lo hacen fatal. Los que vi no lo hacían tan mal, simplemente se repetían más que el ajo: casi todos hacían gorgoritos para demostrar (supongo) que sabían cantar.