Hace tiempo que quería retomar la serie de posts sobre escritores en el cine y al final me he decantado por «Sucedió una noche» (1934), aunque se trata de un periodista y no un novelista como hasta ahora.
Peter Warne es el protagonista de esta comedia romántica (o screwball comedy) que sigue las aventuras de Ellie Andrews. Para él, ella es una historia que vender porque está sin blanca. Para ella, él es el medio para huir de su padre y casarse. Él es Clark Gable, un periodista con principios que cae bien porque es el hombre de la calle; ella es Claudette Colbert, niña rica sin oficio ni beneficio. A partir de aquí, lee bajo su responsabilidad porque destriparé el final.
La presentación de los personajes es clásica y perfecta para el primer aprendizaje de la peli: reivindica tu trabajo delante de tu jefe/cliente. En la primera escena de Peter Warne, le vemos hablando por teléfono despidiéndose de su último empleador (podría decirse que es freelance), medio borracho y rodeado de otros como él que le hacen el paseíllo por haberle echado al discurso al jefe. Ellos no saben, pero el espectador sí porque sirve para ver qué clase de persona es, que la mitad de la conversación es un monólogo porque su interlocutor ya ha colgado.
En un par de ocasiones más, cuando trata de venderle la historia, también sabe poner en valor sus trabajos previos para él. Su relación es como la típica del jefe de policía con el héroe: le grita si hace falta rompiendo cristales, pero sabe que es un buen poli. En este caso, no quiere aceptar llamadas suyas, pero acaba comprándole el reportaje porque sabe que es bueno escribiendo, aún sin haberlo leído siquiera.
Warne se huele que hay una buena historia y no le importa perder su autobús para seguirla. O más bien contribuir a que se haga realidad porque bien podría haber terminado ahí si él no interviene. Ahí tenemos otro aprendizaje: persigue el tema e implícate. Escribir desde la distancia es posible, pero en primera persona tiene más valor porque puedes contar tus vivencias y darle un punto de vista único que no podrán tener otros que lo ven desde fuera. Se convierte así en protector de la protagonista, ayudándola a sobrevivir un par de días sin dinero y salvándola de las situaciones cotidianas (un peligro para su clase social).
Este aprendizaje tiene un par de grandes momentos de guión: cómo se desviste un hombre (lo que, dicen, trajo cola), cómo mojar un bollo y cómo hacer autostop. Para escribir (un libro según dice el protagonista que podría hacer sobre los dos últimos temas) hay que conocer bien de qué se está hablando, incluso tener cierta práctica. No sirve hacerlo de oídas, hay que estudiarlo en profundidad para extraer una clasificación personalizada como puedes ver en esta divertida escena (aunque sin el final).
Quedémonos con un último aprendizaje: tu audiencia puede acabar queriendo a tu marca si la cuidas y la ayudas a conseguir su objetivo. No por esperado el final es menos divertido: cuando el protagonista cierra el círculo y vuelve a hablar de sus principios, reclama solo lo que es suyo. Mientras tiene a la chica, se siente ganador, canturrea incluso y escribe una gran historia. Cuando la pierde, no quiere nada nada más que cubrir los gastos. Es fácil perder la atención de la audiencia por culpa de algún metomentodo, ¡hay que currárselo sin descanso!
Existe el rumor de que la peli influyó de alguna manera al creador de Bugs Bunny y, si quieres más motivos para verla, es una de las pocas películas que se ha llevado los cinco premios grandes en los Oscars de 1935: mejor película, director (Frank Capra), actor, actriz y guión adaptado (Robert Riskin).
Organizo, redacto y sugiero contenidos. Freelance.
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