3 años de mi newsletter sobre contenidos

3 años hace ya que envié mi primera newsletter. ¡Cómo pasa el tiempo de rápido! Desde aquel 16 de agosto de 2010 o, mejor, desde el último año, han pasado muchas cosas: he publicado el primer libro en español sobre marketing de contenidos, he experimentado con el contenido de pago, he lanzado mi propia plataforma de cursos online… por no hablar de los proyectos en los que he participado.

Pero mi newsletter lleva casi 160 números de unas 600 palabras cada uno y ni una sola semana la he dejado de enviar, incluso la dejo programada cuando me voy de vacaciones. Empiezo la semana reflexionando sobre algo muy concreto relacionado con los contenidos. La escribo los domingos para que llegue a primera hora del lunes y así también los suscriptores dediquen un ratito a pensar sobre ello, antes de enfrentarse a la semana.

Me consta que hay quien lo hace porque algunos han acabado convirtiéndose en habituales que responden e interactúan con cada envío. Me alegra cuando pasa porque siento que en cada número pongo algo de mí, como en todo lo que escribo, y que he conseguido transmitirlo bien. O, como dice Ann Handley, he conseguido que mis lectores agradezcan mi contenido.

Las estadísticas me acompañan algunas veces más que otras, pero las comparto como es habitual:

Me gustaría que quede clara la diferencia entre la newsletter y este blog (para suscribirse al blog, mejor el RSS o mis canales sociales). Creo que ofrezco contenidos lo suficientemente separados como para que se vea así y, de cara al futuro aniversario del blog, cambiaré la plantilla para que sea aún más evidente. De momento, todo sigue igual: los contenidos de los lunes son exclusivos para suscriptores porque la newsletter también es un espacio de cierta autopromo con algún descuento en mis cursos online.

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Cine
Me entero por JLOri que Honda ha puesto en marcha un proyecto para salvar los autocines de los EEUU. El vídeo es de lo más motivador, aunque oír que los autocines son tan americanos como el beisbol y los hotdogs me choca un poco. Trato de imaginarme qué marca querría hacer algún tipo de acción aquí para los cine. A Coca-Cola le ha dado ahora por los #benditosbares aunque antes fueron las salas de cine. Éstos también pueden desaparecer aquí por el mismo problema, no hace falta irse a los USA. Pero me alegra que sean los mismos cines los que busquen la alternativa de financiación que les ayude a estar abiertos. Si esperasen a una marca igual cerraban.

Publicidad
Hace poco recordaba cuando se ponía en letra pequeña aquello de ‘Más de 5.000 pesetas’ cuando ahora lo más normal es ‘Ficción publicitaria’. Momento nostálgico, sí, por las pesetas tanto por cuando ese dinero parecía un montón pero, ojo, justificado porque el juguete parecía ultramoderno (aunque no funcionaba porque las pilas no estaban incluidas). Así que ver la campaña de Coca-Cola www.jugueteslimonynada.com me parece muy oportuna. Tanto por el momento en que vivimos por lo que es su marca, limón y nada más (ya me gustó el nombre hace 6 años). Así que volvamos a cuando con un palo, una piedra o una caja podíamos pasar horas jugando sin nada más.

Televisión
Es interesante el repaso que está dando Vaya tele a la historia de España según la explican en las series nacionales. Me resulta curioso porque, sigo con la nostagia, recuerdo cuando aquello de educar era algo que realmente hacía la televisión. Los concursos tenían enciclopedias sobre la mesa para encontrar la respuesta, no había comodín de la llamada para que al que llaman le diese tiempo de buscar en Internet. Las series explicaban la historia. No solo estaban ambientadas en ella, también te las podías creer como algo que pasó realmente y no solo existía en la mente del guionista. Ahora dudo de todo, tanto que ni las miro porque no logro separar lo que es historia y lo que es una historia.

Internet
Últimamente he hablado de mis feeds por culpa de la desaparición de GReader y también de los minutos que tardamos en cansarnos de una serie. Así que se me ha ocurrido mezclar las dos cosas para aprovechar mejor el tiempo que dedico a leer. De esta manera, en lugar de perder el tiempo marcando como leídos posts que no me interesan, lo usaré para leer lo que sí. ¿Cómo lo he hecho? Tan sencillo como estando varios días sin entrar a Feedly, dejando que se acumulen posts. Pasado este tiempo, he entrado y me he ido dando de baja de aquellos feeds que no me apetecía leer pero también de los que ya había leído la mitad vía Twitter. De esta manera, casi los he reducido en una tercera parte.

[Contenidos] Contenido que caduca y contenido atemporal

Si piensas en contenido para medios sociales, la rapidez de consumo hace que tengas la sensación de que todo caduca antes. Imagina un tuit o una actualización en Facebook, ¿cuánto crees que tardan en desaparecer de la vista de un seguidor o fan? ¿Aguantan una semana? Solo si has conseguido algún RT o ‘Me gusta’. Sin eso, el contenido para redes sociales prácticamente desaparece el mismo día que se publica.

Una ventaja del contenido es que su vida se alarga gracias a los buscadores y las recomendaciones. Piensa ahora en un blog, algo un poco más extenso y más fácil de encontrar en Google. ¿Cuánto crees que dura? Un post tiene una esperanza de vida mayor que otro tipo de contenido social, pero no porque le quitemos la fecha (algo, por cierto, que hace desconfiar del autor), sino porque el contenido estará disponible para ser encontrado años después de que lo publiquemos.

Y cuando el usuario llegue a ese post publicado hace seis meses, ¿todavía le servirá o cerrará la página para encontrar otro resultado más actual? Esa es la pregunta clave que debemos hacernos al elegir un tema sobre el que escribir. Podemos usar ejemplos para ilustrar, pero éstos quedarán obsoletos tarde o temprano: mejor enfocar el post hacia la moraleja, el aprendizaje que puede llevarse a casa el lector y que le servirá más adelante.

Aún es más atemporal hablar de ebooks o white papers. Este tipo de contenido está obligado a durar más que ningún otro. Si lo distribuyes a cambio del email, has de asegurarte de que pasado medio año o un año todavía tendrá sentido que alguien se lo descargue. Eso pensando en el usuario, pero también en el coste de producirlo: cuanto más atemporal es un contenido, más coste de producción tiene.

A la hora de programar tu calendario editorial, la mejor opción es combinar contenidos atemporales con los de actualidad para día a día seguir atrayendo a usuarios interesados en la última novedad que después se queden porque les ofreces artículos de fondo interesantes para ellos.

Originalmente publicado en la newsletter Marketing de contenidos, número 82 (5 de marzo de 2012).

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Televisión
Me encuentro a puntito de ver el final de dos series. Final, final. Ya no habrá más, se acabó. Y qué alegría siento. Cuando una serie acaba después de haber quedado en el olvido sus años de gloria, se agradece. En este tiempo, los personajes y las historias han pasado por todo tipo de problemas, incluyendo, desapariciones puntuales o definitivas. Ahora que se acerca el final, repito, final, final, la única curiosidad es saber si todas las tramas queden cerradas, por un lado, y, por el otro, si los personajes seguirán como hasta ahora pero sin que nosotros lo veamos. A estas alturas, misterios por resolver ya quedan pocos y, lo más grave, el interés por descubrirlos aún es menor. Hace ya varios capítulos, si no temporadas, que los motivos iniciales para ver las dos series ha desaparecido. Pronto se irán para siempre… o para el DVD.

Internet
Siempre atentos, con la excusa del móvil siempre estamos atentos a lo que esa (no tan pequeña) pantalla no acerca con un click. Siempre escuchando, hasta el punto de no salir de casa sin él o consultarlo sin venir a cuento. Sí, algunas veces es por puro aburrimiento, otras todo lo contrario porque queremos decirle ‘al mundo’ lo bien que lo estamos pasando con alguien o haciendo algo… aunque sea a costa de dejar de disfrutarlo. Siempre atentos hasta el punto de llevar siempre encima el cargador del móvil por si llega ese email tan importante y no puede esperar unas horas a ser contestado. Quién empezó antes a estar siempre atento, ¿el primero que tuvo pc, portátil, tablet o smartphone? ¿El cliente, el jefe, el empleado, el autónomo? Poco importa de quién sea la culpa, todos estamos atentos para que no nos la echen encima. Ya tenemos suficiente cargando con tanto cacharrito.

Cine
Leer sobre un cine club que lleva abierto desde 1981 en una localidad en la que desde 2001 no hay una sala de cine, me llena de preguntas. Para empezar, ¿cómo puede sobrevivir una asociación así cuando el hecho de que cierre un cine demuestra que no es sostenible el negocio de proyectar películas? Los debates sobre las películas, ¿se organizan entorno al DVD o lo que se organizan son excursiones al pueblo vecino para ver estrenos? ¿Cómo eligen las películas que se verán? ¿Generan más interés las pelis antiguas o las actuales? ¿Cuál es la media de edad? ¿Cuándo se incorporó el último miembro? ¿Tienen presencia online? En fin, muchas preguntas y cuando trato de imaginarme cómo sería ser miembro sólo puedo decir que me solidarizo con todos ellos por haber aguantado tanto tiempo.

Publicidad
Los making of siempre me han gustado. De películas principalmente. Pero esta moda de enseñar cómo se hacen las campañas pues no me acaba de convencer. Por un lado, pues sí, porque se supone que es más real, que me lo tengo que creer más. Pero, por otro, pues no, porque no me creo que sea real y me lo creo menos. Así que cuando veo alguno de esos vídeos me da por pensar qué pasaría si yo fuese la que tiene que aguantar la cámara oculta. ¿Cómo me comportaría si realmente me pasase a mi? Seguramente de mala manera porque nunca me han gustado ese tipo de programas así que me imagino que la gente que acepta salir en los vídeos son de los que sí disfrutaban viendo las miserias de los demás… O, aún más fácil, son actores.

[Contenidos] Lo que he aprendido este fin de semana sobre la inspiración

Si eres suscriptor de mi newsletter, cada lunes recibes en tu correo un artículo sobre marketing de contenidos y redacción online. Si no, puedes leer aquí los números antiguos que voy republicando.

Hoy quisera hablarte de lo que he hecho este fin de semana. Como ya expliqué, estoy escribiendo un nuevo libro. O al menos lo intento. El día a día no me deja mucho tiempo y siento que no avanzo lo suficiente. Así que me planté y fijé como objetivo para este fin de semana: escribir, escribir y escribir.

Pero aunque aparentemente puse todo de mi parte, aquí te cuento por qué creo que he fallado para que, si también estás en proceso de escribir algo, pueda ayudarte mi experiencia.

¿Qué hice para preparar el fin de semana? Algunas cosas:

  • Durante toda la semana trabajé para asegurarme de que el fin de semana no tendría nada más que hacer que eso, escribir para mi y no para mis clientes.
  • Salí de Barcelona camino de un lugar retirado, donde hubiese algo detrás de la ventana que sirviese para dejar vagar la mirada por un paisaje que animase a escribir.
  • No me llevé los diversos libros que me he comprado estos últimos meses para no dejarme llevar por las palabras de los demás y escribir las mías propias.
  • Quité la wi-fi del portátil: nada de GReader, correo o redes sociales. La única ventana abierta era el Word para escribir… y la de la habitación del hotel.

En resumen, cambié mi rutina y eliminé distracciones, solo tenía que escribir. Y lo hice. Pero solo durante unas 4h de las 20 que aproximadamente había calculado tendría este fin de semana. Poco tiempo y por eso el resultado han sido solo unas 5 páginas y una nueva reestructuración del índice. Podría estar más satisfecha con lo que escribí pero, en realidad, lo que me alegra es haber descubierto por qué no fui capaz de escribir más y lo que he hecho para arreglarlo desde hoy mismo.

No sé qué pensarás tú después de lo que te he contado pero yo creo que conseguí desconectar demasiado. Tanto que en lugar de escribir me apetecía más quedarme mirando cómo un gato caminaba por el campo asustando a los pájaros que había a su alrededor o aprendiendo cómo era la vida en la zona durante la época medieval y modernista. Y, dentro de la habitación, el cursor parpadeaba en mi documento esperando a que yo teclease algo.

En definitiva, mi error fue perder de vista mi objetivo. Me alejé de mis problemas diarios lo suficiente como para también olvidar que tenía que escribir. No basta con poner los medios para que pase, hay que estar dispuesto a que pase. En cambio, me dejé influir demasiado por el entorno. El fin de semana no eran vacaciones, sino la excusa para trabajar (digamos) en mi hobby, mi nuevo libro.

Pero de todo se aprende y aquí está la moraleja de mi historia: no intentes buscar la inspiración donde normalmente no está, ella es la que te encuentra. Quizá si me hubiese quedado en casa, como cualquier otro fin de semana, hubiese escrito el doble o el triple.

Nunca lo sabré pero, para prevenir futuras situaciones similares, estoy reestructurando mi GCalendar para tener cada día un rato para escribir. Así seguro que podré darle la bienvenida a mi musa particular y no decirle que se espere, que no tengo tiempo para ella. Es de mala educación y así me lo ha pagado, con un fin de semana desastroso

Originalmente publicado en la newsletter Marketing de contenidos, número 81 (27 de febrero de 2012). Suscríbete gratuitamente para recibir un artículo exclusivo cada lunes.

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