Si el ser humano desapareciese hoy de la faz de la Tierra, el mundo seguiría girando y el universo expandiéndose. A ese nivel, somos irrelevantes, pero las redes sociales nos permiten estar en el centro o al menos creerlo, quizá desearlo. Nos creemos que «ser alguien» es posible, que publicar a diario nos acerca a otras personas, sean clientes o amistades de la infancia. Es cierto, pero ¿a qué precio? Casi siempre, el de tu salud. ¿Y merece la pena? Diría que no, pero voy a comprobarlo.
Llevada por el espíritu de experimentación que me dominó en octubre, me propongo desconectar de redes sociales durante las fiestas navideñas. Me seguirás encontrando en este blog y mi newsletter (la pop-up termina el día de Navidad, claro; y enviaré la Blogosfera el 2 de enero), pero entre el 23 de diciembre y el 8 de enero, no me busques ni en Twitter, Facebook, Instagram o LinkedIn porque solo verás las automatizaciones de nuevo post. No he programado nada más.
¿Por qué? Porque quiero probar qué pasaría si dejo las redes, tanto personal como profesionalmente. Diciembre y enero suelen ser meses raros, algunas veces llenos de trabajo y otros sin nada que hacer, así es la mejor época del año para este tipo de experimento. Además, el tiempo que dedico a gestionarlas lo aprovecharé para recuperar proyectos personales aparcados, quizá hasta buscarme un hobby. Esto es propio de agosto, pero también es posible en Navidad (incluso en Semana Santa).
Ya dije que últimamente las redes no me motivan como antes, así que me dejo llevar por el fantasma de las navidades pasadas para volver a una época en la que no existían. Preveo dos consecuencias directas: 1/ pérdida de algunos seguidores durante estos días y 2/ bajón de alcance al volver por haber desatendido al algoritmo. Ninguna de las dos me preocupa.
Me gustaría una tercera consecuencia, más indirecta: volver con ganas por haber recuperado la ilusión. Ya te contaré.
¿Serías capaz de dejar las #rrss durante 2 semanas? Share on X