Su guión ganó un Oscar, un Spirit award, un BAFTA y un Globo de Oro, pero me resistía a ver «Entre copas» (2004). Quizá porque no le encontraba mucho el sentido a mezclar road movie con catas de vino, ni que sea para convertirlo en un dramedia medio romántico. Pero ya la he visto y se pueden aprender varias cosas de su protagonista, el escritor Miles Raymond. Dejo fuera al resto de personajes y destriparé el final, así que sigue leyendo bajo tu responsabilidad (como al beber).
Es difícil no identificarse en algún momento con el personaje que interpreta Paul Giamatti. Si no, es que nunca has pensado en escribir un libro. Llevo unos cuantos y te aseguro que es tan duro como se explica en la película.
Ninguna etapa del proceso es fácil y tu moral ha de ser alta para aguantarlo, porque de lo contrario puedes acabar, cosas del título, necesitando desesperadamente un trago.
¡Cuánto drama hay detrás de la «copa» que ilustra este post!
Puedes aprender esto a base de batacazos que pueden durar varios años o invirtiendo las 2h que dura la peli. De hecho, en algún momento, entre golpe y golpe de golf, dice haber invertido 3 años en su novela. ¿Mucho o poco? Depende.
El hecho de que su novela sea de no ficción es otro buen aprendizaje: poner algo tuyo en un texto es liberador, pero también puede ser deprimente cuando a nadie le interesa. Y es lo que le ocurre al protagonista porque si no fuese así no sería realista. Rechazo editorial tras rechazo editorial (y eso que tiene una agente que lo intenta), es fácil perder la esperanza y sentir que eres insignificante. Por suerte, Miles tiene otro empleo con el que a duras penas sobrevive (la escena del robo a su madre es muy dolorosa). Su otro hobby (el vino) no quiere convertirlo en profesión, aunque quizá podría.
Decirle a todo el mundo que has escrito una novela también es un arma de doble filo: puedes verte especial a ojos de otra persona, pero acabar sintiéndote un fraude si no se acaba publicando. Y acaba confesándolo a un contestador automático en lugar de decirlo en persona. Ya te lo he dicho: esta peli es demasiado realista porque no quiere ni oír hablar de que sea su amigo quien le publique la novela. Sí, autopublicarse es para perdedores (bueno, más en 2004 que ahora).
No todo van a ser aprendizajes negativos, hay alguno positivo. Como que siempre has de estar en disposición de entregarle una copia a alguien. En este caso, es en papel y en un viaje casi de vacaciones, lo que se ve un poco raro. Pero aun así, eso es amor de autor. «Casualmente» lleva sus 750 páginas impresas y se las puede dar a la chica que le gusta. Ella sí las leerá, entenderá su sufrimiento y le dirá que es bueno con las palabras (también en un contestador, la magia del cine).
Es todo lo opuesto que hará su amigo que intenta disimular, pero está claro que ni se lo ha mirado. Otro aprendizaje interesante ahí: sea cual sea el tema, un libro nunca es para todo el mundo. Ni siquiera cuando tiene una parte de ti y la lee alguien que te conoce bien (supuestamente). La gente te pregunta por cortesía sobre cómo va tu libro igual que se interesa por tu familia: no significa que lo vayan a comprar ni que a nadie le preocupe realmente qué hay detrás de cada frase que has escrito.
Aún hay otro aprendizaje en «Entre copas» que no es tan evidente, pero que puedo reconocer fácilmente porque se destila en toda la película: escribir es un acto solitario y muchas veces incomprendido. No, los escritores no siempre somos la alegría de la huerta. Los actores quizá sí, pero no los que ponen palabras en sus bocas. La secuencia en la que pasa el día solo es significativa, tanto como que acabe consumiendo su botella de vino más preciada en soledad y a escondidas para dar por superado su trauma amoroso.
Si fuese otro tipo de peli, la bebería brindando con su nueva pareja o, mejor aún, empezando otra novela para redimirse como escritor. Pero no, de eso no hay cura. Nadie que disfrute escribiendo puede dejarlo, aunque sí otras cosas.