Hacía tiempo que no iba al cine un viernes por la tarde y mucho desde la última vez que la sala se llenó. Pero la sensación de haber malgastado el tiempo, sigue ahí. Después de ver «Piratas del Caribe, el cofre del hombre muerto» puedo asegurarte que no volveré a ver una película sin saber de qué va antes y que no pensaré que una segunda parte puede ser buena (esto debería haberlo aprendido ya…). Pero vayamos por partes…
El adjetivo flojo no hace justicia a tan patética unión de escenas pero no se me ocurre uno peor. A cada diálogo de Sparrow, el guión se retuerce más y más pero, aunque los personajes van cada uno por su lado, ¡oh, milagro! acaban reencontrándose en la ridícula escena de la isla donde aún se puede ser más ridículo si entramos en el bosque con una rueda de agua.
Este laberinto de acciones sin sentido lleva a un final preparado para la tercerca parte que (quizá también por mala) me ha recordado a «Matrix 2»: si la segunda «no sirve para nada», ¿por qué no hacen directamente la tercera (que suele ser mejor)?
En la segunda parte de «Piratas del Caribe» se han limitado a exprimir personajes sin ninguna otra pretensión que hacer pasar el tiempo de consumo de palomitas. De la divertida primera parte quedan los protagonistas que aquí se ven sobreactuados (Depp), vacíos (Bloom) e inverosímiles (Knightley). El grumete se convierte en capitán, el capitán en cobarde y la enamorada en grumete: el triángulo está servido.
Junto a los nuevos, lógicamente, se conservan los secundarios reconocidos como el segundo de abordo, el mudo del loro, el enano, el Comodoro… y la pareja cómica del barco enemigo (es lo bueno que tiene caer gracioso, que tu personaje continúa aunque sea con cambios tan absurdos como que de repente el tuerto se ha vuelto culto).
Y hablando del antagonista, ¿cómo va a resultar atractivo el cambio de fantasma a… hombre-crustáceo? Esto me pasa por ir sin saber de qué va… Porque en la primera puedes pensar lo que quieras de todo, pero al menos puedes disfrutar de geniales escenas a la luz de la Luna. Aquí tan sólo puedes entretenerte viendo cómo los mejillones se encogen al paso del capitán del Holandés Errante o buscándolos en la cara de otro personaje recuperado del que prefiero no hablar. Ni siquiera el Kraken da aliciente a la espera del final.
Quizá la música tenga algo de emoción, con pequeñas notas de la canción pirata; quizá la aparición del mono inmortal tenga algo de presagio; quizá quedarse hasta el final de las letras tenga también recompensa… aunque quizá merezca la pena hacer otra cosa en las dos horas y media que dura «Piratas del Caribe, el cofre del hombre muerto».
Críticas anteriores
[CINE] Crítica «La sombra de la sospecha»
¿Más temas? Sigue atent@ y, si quieres, lo leerás aquí.