Televisión
Decir que no a un papel es algo que pocos actores se puedan permitir: la historia te recuerda tanto por lo que has hecho como por lo que no. Pero ahí está Kiefer Sutherland diciendo que no quiere volver a ser el héroe Jack Bauer. No se le puede culpar al pobre, ha cambiado lo suyo desde la primera temporada. Claro que la tele también te recuerda por las cosas que dices y ahí pasamos de las series a ciertos programas que son un cúmulo de despropósitos. Esos tertulianos, por llamarles de alguna manera, no cobran suficiente para la imagen que dan de si mismos. Pero ahí siguen, día tras día dejando sus vidas al aire como si les importasen a alguien más que a los que les conocen.
Publicidad
La nostalgia en la publicidad me puede. No puedo evitarlo. La última ha sido con el primo de Zumosol, versión 2015. Evolucionemos, claro que sí. Porque eso no es cambiar, solo renovarse para adaptarse a la nueva realidad. Si fuese cambiar, no saldría el primito en cuestión. Por eso solo le han quitado músculo y le han puesto barbita. Eso sí, junto a una furgoneta hippie Volkswagen porque lo de esa época sigue estando de moda. La anterior nostalgia es un poco más sutil porque viene por el oído vía BSO del spot de la fauna de Fanta… aunque las notas de «El Hombre y la Tierra» no sé si sonarán a los chavales que trotan por el campo.
Internet
Sigo con la evolución porque hay mucho de eso en la Red. Lo que en 2011 hacía ganar premios, hoy parece una minucia. El ejemplo de la cocina es clarísimo. En 2011, Gallina Blanca innovó con un bot en Twitter que nos daba recetas dando los ingredientes. En 2014, la campaña Som gent de profit nos anima a revisar lo que tenemos en la nevera para hacer una comida de aprovechamiento. Y también desde el año pasado, enviamos por WhatsApp una fotografía de la nevera en cuestión y Hellmann’s pone a un chef a pensar en qué podríamos prepararnos. Si esto no es evolucionar a ritmo del consumidor, ya me dirás cómo lo podemos llamar.
Cine
Ya es época de cine de verano. Los niños acaban el cole, algo hay que hacer con ellos para entretenerlos, ¿no? Pues a la sala de cine que está fresquita y, con un poco de suerte, se estarán quietecitos y calladitos. Al cine veraniego le salen las palomitas por todas partes y no solo cuando son pelis de dibus, también en las que no deberían ver los niños pero que ven porque no se les puede prohibir la entrada a las salas. Es lo malo que tiene esta época del año en la que las pelis sin pretensiones de guión se vuelven taquillazos: se le van a una las ganas de compartir sala con adolescentes que no habían ni nacido cuando se estrenó «Jurassic Park» (una joya de… ¡1993!) pero que les parece una buena idea «Jurassic World» (de momento ya con récord).