Cine
Las primeras películas medían las escenas por el tamaño de las bobinas de la máquina. Eran cortas, más bien gags, porque no podían durar más de eso. Todo cambió, claro. Pero muchos años después, aún se proyectaba con intermedio, perfecto para hacer lo mismo que en casa: asaltar el bar e ir al baño. Hoy en día, grabando en digital y viendo la proyección en salas que parecen salones o restaurantes, esta historia suena muy lejana. Miro atrás al leer cómo alguien ha troceado en cuatro partes una peli más bien larga. No me imagino a los que iban a pasar un rato a los salones cinematográficos quedándose toda una tarde allí (tampoco había tanto que ver). Sí, en cambio, a los de cualquier cinemateca.
Televisión
Confieso que no he visto nunca una serie diaria. Aún así, soy capaz de reconocer el esfuerzo que debe suponer hacerlas. Habré visto algún trozo de alguna haciendo zapping, pero no han conseguido que me quede más de 5 minutos. No tengo ni paciencia, ni interés en sus tramas. Hay que tener mucho tiempo libre para dedicarlo a este tipo de ficción, imposible hacer maratones para recuperar capítulos y ponerse al día porque te puede llevar todo el fin de semana. Están en otra liga, no sé si menor, pero es difícil compararlas con las semanales o con miniseries. Los recursos de producción no ayudan, parecen series grabadas en un teatro, aunque precisamente por eso los guionistas tienen más mérito.
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¿Te avergüenzas de algo que has comprado? Los de Ikea aprovecharon esta idea hace un tiempo cuando su famosa llave era encontrada en un salón para gran sorpresa de su propietario. Los de McDonald’s lo exageran aún más para su entrega a domicilio: ¿no quieres que tus vecinos sepan que te gusta su comida? Te dan ideas para evitarlo, como disfrazarte como si fuese la entrega de un material confidencial. Podrían pensar en cómo seguir mejorando para que nadie considere negativo ser visto con sus hamburguesas, pero pasan el problema al usuario o más bien su entorno. Hay que tomárselo con humor, claro, porque si no acabarán poniendo cortinas en sus restaurantes para que los de fuera no sepamos quién come dentro.
Internet
La inspiración de este párrafo viene de un anuncio, pero lo comento aquí porque trata de la adicción al móvil. He hecho mi propio experimento y la realidad supera la ficción. Caminando por el centro, la gente atiende más a los escaparates pero, en cuanto están sentados o parados, automáticamente sacan el móvil. A los más jóvenes casi siempre los pillo en Instagram o alguna foto que se han hecho y a los más mayores con algún diario o incluso juegos. Lo que comparten es WhatsApp, siempre hay alguien mirando. Si digo que encaja en este párrafo es porque casi nada de eso sería posible sin una tarifa de datos. Los diarios en papel sí, pero el resto de ¿relación social? no sería posible… hasta llegar a casa y llamar por el fijo o mandar una carta como hacíamos antes de que todos llevásemos el móvil encima permanentemente conectado.