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Ha llegado esa maravillosa época del año en la que los anuncios de coches y de perfumes llenan los cortes publicitarios. En cada uno, varias marcas se esfuerzan en que olvidemos a la anterior y a la anterior e impactarnos tanto que no prestemos atención a la siguiente y a la siguiente. Será el plan PIVE y que se acercan los regalos de Navidad pero ya están tardando los juguetes en hacer su entrada. De coches, de momento, me quedo con el spot de Peugeot pero con los perfumes lo tengo más complicado porque se mezclan la sorpresa en la elección de sus protagonistas (como Chanel Nº5 y la total ausencia de expresión de Pitt, la Roberts caminando entre marionetas que no llevan Lancome o más famosos que ni reconozco) con la diversión de no saber la marca hasta el final de la historia que cuentan. Quizá por eso me gustan.
Internet
Mucho se ha hablado ya de cierto salto estratosférico pero me interesa hablar del patrocinador del evento por la calidad de las imágenes que podían seguirse online. Casualmente, en uno de sus intentos estaba yo también conectada con un lugar mucho más cercano y no era capaz de seguir ni la mitad de lo que el invitado explicaba en una universidad de Madrid. Además de que la calidad de la imagen y del audio era pésima, ni se esforzaron por enfocar al ponente o enseñar la pantalla para ver su presentación. Con las dos pestañas abiertas, la diferencia era más que evidente: por un momento, me sentía en el pasado de la conexión y, al cambiar, compartía imagen con más personas que en televisión.
Televisión
Esta semana se ha estrenado un programa que estaba destinado a triunfar. No lo he visto, esta vez ni siquiera un minuto en zappings, pero me lo imagino y ahí está el problema que tiene éste y otros muchos productos televisivos: son previsibles, sin imaginación, sin interés. Si ya sabes que lo que vas a encontrar no te gusta, ¿para qué verlo? Lo mismo que con el piloto de «Perception»: ya sabía qué podía esperar pero como el género me gusta, le di una oportunidad. Los ingredientes clásicos de los géneros, aunque sean nuevos, son lo que predispone a ver por primera vez esa cosa que llaman programa o serie. Luego igual te quedas por otra cosa pero superar la barrera de ‘esto no van conmigo’ es difícil en ciertas cadenas.
Cine
Entradas a 2 euros, ese es el reclamo para llenar las salas. Desde luego, es mucho más barato que de costumbre cuando puede llegar a ser hasta 5 veces más. Como siempre en estos casos, la duda es si les sigue saliendo rentable pero está claro que sí porque a un cine le cuesta igual que haya una persona o que esté lleno: una vez han puesto la película, mejor cuanta más gente haya para cubrir el gasto. Así que se me ocurre que podrían incentivar la compra no por impulso si no al contrario, la reserva con antelación: cuando más tiempo antes la compres, más barata será la entrada. Para los que se deciden en el último momento y ven una como podrían ver otra, el precio normal; y a los que entran con la peli empezada, que les cobren el doble.