Cine
Hacía tiempo que no visitaba un cine dos días seguidos. Lejos quedan ya aquellas sesiones dobles los viernes de estreno en las que las salas se llenaban. Ahora, una sesión matinal y una primera sesión están tan vacías que pude hasta aplaudir sin que a nadie le molestase (aparentemente). Eso fue en la segunda parte de «Los Mercenarios» y sí, me gustó por la pura nostalgia de ver que los buenos se quedan sin balas y son salvados por otro bueno en el último minuto, que los malos mueren acribillados sin que a los buenos ni les roce una bala o que las cosas quedan destrozadas a su paso sin necesidad de chroma y los oprimidos salvados por los americanos (más o menos). La otra fue «Abraham Lincoln: cazador de vampiros» y ahí lo único que hice fue mirar el reloj deseando que acabase porque, quizá por seguir la estructura típica, no tenía nada de interés.
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Dudaba entre comentar la búsqueda del oro, digo, de Ono o las definiciones de BMW de lo que es la esencia. Pero la duda me duró unos segundos porque, habiendo la campaña de un coche en un lado de la balanza, es más fácil decantarse por las cuatro ruedas. Reconozco que eso de que ‘La esencia es aquello que nos hace sentir’ no me convence mucho pero la forma de expresarlo sí: mostrando qué es el deporte, el amor y la música, bueno, más bien la esencia de esos conceptos. Y voy a rizar el rizo porque el spot de presentación de la campaña es la esencia de los spots de coches: muestra diferentes modelos en diferentes localizaciones, desde la carretera infinita al hielo, pasando por las montañas, la ciudad y todos aquellos lugares en los que se muestran los vehículos para que te imagines lo que es conducirlos.
Televisión
La vuelta al cole ya está aquí también para las cadenas de televisión. Viendo el calendario que se avecina, ya me estoy dando cuenta de que me faltará tiempo para poder verlo todo y tocará, como siempre, elegir entre seguir las nuevas temporadas o tratar de ponerme al día con las que ya llevo una o dos temporadas de retraso. Mientras, las series de aquí siguen sin llamar suficiente mi atención y menos aún los estrenos anunciados para después del verano. ¿»Imperium«, «Isabel«? Para cuándo alguna de abogados que merezca la pena y no valen juezas que pululan por ahí. O, puestos a pedir, una en la que realmente se investigue y no simplemente se siga el guión o, peor aún, se retuerza hasta lo inverosímil. No tengo mucha confianza en nuestra ficción, más aún viendo cómo lo que saca puntos de share son programas nada reales.
Internet
La Red tiene estas cosas: te permite saber de la existencia de mucha gente posiblemente afín a tus intereses pero después no te aceptan en LinkedIn. Pero la vida real tiene esas mismas cosas: puedes intercambiar tarjetas en un evento y no saber nunca más de esa persona. A parte de la evidente ventaja de que Internet te permite tener una tarjeta ambulante sin que tú la repartas, ¿cuál es la diferencia entre ambas? ¿Por qué hay quién sigue necesitando verse las caras en una reunión de 5 minutos aunque la otra persona haya tenido que cruzar la ciudad? Peor aún, ¿tiene sentido rechazar a un proveedor solo porque está en otra ciudad? ¡Será por herramientas que permiten tener contacto virtual!