No todo está en Google. A veces cuesta recordarlo, sobre todo cuando es tan fácil caer en la tentación de comprobarlo: un click, una frase dicha en voz alta y la respuesta a la pregunta (casi seguro) aparecerá en pantalla. Podemos preguntarle muchas cosas: qué tiempo hará mañana, cuánto dura una película y qué cine me queda más cerca para verla, dónde puedo comprar el último cacharrito de una marca… es tan sencillo, ¿verdad?
Las preguntas más habituales que se plantean a Google (y a YouTube) suelen tener fácil respuesta porque suelen estar relacionadas con algo táctico: 30 segundos y ya lo has solucionado. Pero si profundizamos en la estrategia y la cuestión se vuelve más personal, hacen falta más de un par de minutos para encontrarla. De hecho, por muy buen buscador que sea, es muy posible que no la tenga.
Por ejemplo: puedes preguntarle a Google cuándo has de publicar en redes sociales y te dará unas cuantas opciones (léase: páginas que responden a esa pregunta). Creerás (o no) que la mejor es la que aparece en las primeras posiciones y harás lo que te dice. Así que ya tienes una respuesta a tu pregunta que era algo básico para continuar en tu día a día, algo que considerabas urgente en ese momento, ¿verdad? Y quizá lo era, incluso lo consideraste importante y lo querías hacer por tu cuenta pero, en realidad, estás delegando la decisión y haciendo lo que te dice la página mejor posicionada. Si tu duda te la ha solucionado Google o el creador del artículo sería tema para otro debate.
Otro ejemplo: pregúntale a Google quién es tu buyer persona y seguramente te sugerirá artículos que expliquen qué es y cómo hacer estos perfiles. Pero no podrá darte la respuesta que buscas. ¿La tuya, solo para tu negocio? Sabe muchas cosas de ti y de tu empresa, pero (aún) no es tan inteligente… quizá algún día lo sea pero, de momento, no te conoce lo suficiente como para responder a algo tan personal. Y una estrategia siempre lo es porque se basa en decisiones del estratega. Es por esto que, aunque decía que Google está siempre a mano, algunos prefieren dirigir la pregunta a una persona. Entonces, delegan en un experto, alguien que (se supone) ya sabe la respuesta.
¿Qué te parece si ponemos precio a estas preguntas? Un consultor cobra por el tiempo que dedica a sus clientes, ¿quieres pagarle por algo que solucionarías con una rápida búsqueda en Google? Ya, el problema es que hay muchas opciones posibles y quieres una recomendación que te ahorre a ti el tiempo de encontrar la mejor. Crees que si el consultor ya lo sabe, no le cuesta nada responder un tuit o un correo. Pues no es así porque ‘la mejor respuesta’ suele ser estratégica y necesita que se invierta tiempo en ella. Un ejemplo rápido: puedes preguntarle cómo configurar un formulario de MailChimp pero lo que deberías estar preguntándole es dónde colocarlo en tu web (no en la de quien escribe el artículo) para conseguir más suscripciones que es tu objetivo.
Resumiendo, tenemos:
- preguntas tácticas de fácil respuesta que suelen ser las urgentes a corto plazo
- preguntas estratégicas difícilmente contestables por un algoritmo que suelen ser las importantes a largo plazo
Pero la cuestión de fondo es que muchos se plantean las preguntas a corto plazo sin haber pensado aún en la estrategia. ¿De qué sirve preguntarse el cómo hacerlo si no se sabe el por qué? De nada, por eso lo mejor que puedes hacer es invertir en las respuestas adecuadas y el resto dejárselo a Google.