En abril de 2008 estaba escribiendo mi primer libro y en abril de 2009 lo vi publicado junto con un par más en coautoría. En abril de 2010 estaba pendiente de que saliese el cuarto y estaba empezando con el quinto. En abril de 2011 estaba centrada en el capítulo del que sería el sexto libro, aunque no se publicó hasta abril de 2012, cuando también salió el séptimo. Estamos en abril de 2013 y esta semana tan festiva ha salido a la venta mi noveno libro (el octavo es de ficción).
Llevo 5 años celebrando el Día del libro desde una perspectiva de autora y en cada uno de ellos me he imaginado cómo sería firmar libros. Ahora que casi acaba el día, dejo volar la imaginación…
Suena el despertador y ¡arriba excursionistas! Hago mi rutina mientras repaso mentalmente las dedicatorias con las que podría firmar, ¿y si no viene nadie? Me visto con algo verde (mejor ir de dragona porque no tengo nada de rosa) y salgo a la calle. Ni la gente que se interpone en mi camino ni los empujones en el metro ni los pasitos de tortuga por las calles abarrotadas me hacen perder la sonrisa, ¿sabrá toda esta gente que hoy firmo en Sant Jordi?
Llego a la carpa de la librería vete-a-saber. Saludo a mis compañeros de carpa, ¿habrá algún famoso al que pedirle yo la firma? Me siento y saco mi boli, uno de tinta verde que me he comprado para la ocasión. En la cola veo caras conocidas, una mezcla de familia, amigos y alumnos. Pero también desconocidas que me miran sonrientes como si me conociesen de toda la vida. Es momento de que yo también los conozca.
Empiezo a firmar. A mi garabato verde le acompañan sorpresas, reencuentros, sonrisas, besos y apretones de manos… quién sabe si alguna foto, vídeo o entrevista si estoy junto a algún mediático. En cada carpa ocurre más o menos lo mismo, pero con gente nueva por saludar y descubrir.
La muñeca me falla a media tarde, cuando ya ha pasado lo peor (o lo mejor, según se mire) y empiezo a darme cuenta de la suerte que tengo de estar ahí. Entonces recuerdo la frase de una serie en la que un lector le dice a una autora de éxito que ella había llegado donde estaba gracias a lectores como él. Con la de gente que he visto hoy, algo de razón parece tener aquel fan (aunque en la serie era un psicópata).
Se acaba el día (el boli ya se acabó hace horas) y vuelvo a casa a pasito de tortuga, esta vez porque quiero descansar la cabeza del ruido del día. Trato de recordar algunas caras, algunos nombres… y sonrío buscándolos en Twitter para darles las gracias por haber venido, esta vez en negro sobre blanco. Acabo con mi rutina y me tumbo a pensar en mi próximo libro. Quizá el año que viene esté firmándolo en otro Sant Jordi.
Todo esto es ficción pero quizá algún día revise este post y vea que algo de lo que imaginé se ha hecho realidad.