Hay determinados sectores que no pueden vender su producto por la vía racional y recurren a la emotividad para enganchar nuevos clientes. Sin desmerecer a los primeros, esta vía es mucho más interesante publicitariamente hablando porque suele ser más creativa y nos deja copys para utilizar en nuestro día a día, además de para recordar (el objetivo principal lógicamente).
Fue el caso de MasterCard cuando hace unos años se apropió de «todo lo demás» que no se podía comprar con dinero. Siempre con historias entrañables, como la sensación de ver la cara un chaval al entrar por primera vez en un estadio. En la última, es un niño quien vive la frase de que «no tiene precio» enseñar algo a su padre (y además con un tema de interés social).
Ahora es el turno de Visa quien, después de convencernos de que se puede llegar a una boda a tiempo, se está acercando a este tipo de mensaje emotivo. En su último spot, la Sra. Rushmore monta un concierto colectivo entre músicos callejeros a ritmo de «Life on Mars» y la voz en off nos pide que guardemos las monedas «para las cosas grandes» (desde luego que tanta gente se ponga de acuerdo lo es) y paguemos con su tarjeta hasta las compras pequeñas.
Cosas sin precio VS cosas grandes, MasterCard VS Visa. Ha empezado la batalla de la emotividad y el último en llegar lo tiene complicado porque quién no ha dicho con sorna alguna vez eso de que algo «no tiene precio». En cambio, aunque el mensaje es también potente puede llevar a la duda, ¿se pueden pagar grandes cosas en efectivo? ¿No son esas precisamente las que no tienen precio?