Horatio se comportó ayer y pude ver el nuevo spot de Coca-Cola, ¡dos veces! Además por fin pude ver por televisión el de Freixenet, pero eso será otra historia. Para mí el de Coca-Cola era novedad, aunque tiene razón al decir Raúl en Mus de gofio que hacía meses que estaba disponible en Internet.
El spot responde a la siempre inquietante pregunta ¿qué pasa cuando meto una moneda en una máquina expendedora? Según Coca-Cola, no se trata de una máquina impersonal, hay vida en su interior. Y no una vida cualquiera, una fábrica de felicidad ya que el título de la campaña es «Happines Factory».
Al introducir la monena se activa el mecanismo: una botella vacía se rellena con líquido celestial (por algo «cae del cielo»). Unas bolitas con enormes labios le dan mimos, como aquel que habla a una planta para que crezca más sana, y la dejan lista para que unos pingüinitos la refresquen a base de bolas de muñecos de nieve. Un nuevo brazo mecánico (lo que todos diríamos que habita en estas máquinas) lleva la botella por una pasarela donde unos pequeños muñequitos le hacen el pasillito con banda de música incluida, una despedida de héroe. Y ahí parece que acaba el proceso, la botella resbala por una rampa y lista para tomar.
Pero no acaba todo porque esta fábrica de la felicidad ¿se equivoca? y manda a otra botella rampa abajo antes de acabar con el slogan «El lado Coca-Cola de la vida» adecuado a la época con un «Feliz Navidad» al lado. Ahora lo entiendo todo, ¡la felicidad es un 2×1, nada que ver con la edad!
La próxima vez que una máquina de vending te de un calambre o no te devuelva el cambio, no la maltrates. Quizá los seres dimunitos que la habitan esten tomándose un descanso, también tienen derecho a ser felices.
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